Cambia tu forma de pensar con una pausa consciente
Lo que nos enseña Pema Chödron que podemos aplicar en los turbulentos momentos que vivimos
Dicen que las casualidades existen y quizá sea así porque a veces nos pasan cosas que se conectan como por arte de magia. Es lo que me ha pasado con un libro que traigo hoy a esta Carta y que me llegó, por casualidad, antes de que ocurriera la gran desgracia que asola mi tierra, las inundaciones en Valencia.
Un libro que aún no he acabado de estudiar pero cuyo contenido encaja tanto con lo que estamos viviendo que he decidido hablar de él ahora por si puede ayudar a que la situación no nos desborde. Tanto si te afecta la inundación en sí o eres víctima de la riada de información mediática que genera demasiado caos.
Este libro es Vivir bellamente… en la incertidumbre y el cambio, de Pema Chödron. Copio la sinopsis que sale en Amazon para que veas a qué me refiero con lo de la casualidad:
Vivimos tiempos difíciles... La vida parece a veces un río agitado y turbulento que amenaza con desbordarse hasta ahogarnos y destruir nuestro mundo. Pema Chödrön plasma en esta obra un tesoro de sabiduría para aprender a zambullirse plenamente en el desafiante río de la vida y poder permanecer completamente presentes y sin miedo en medio de la existencia, incluso en los momentos más duros y las situaciones más difíciles.
¿Por qué ha caído este libro en mis manos justo unos días antes de la Dana y no antes o después? Tengo varios libros de ella y este no lo he conocido hasta ahora.
Vamos con lo que puedo contarte de él, antes de leerlo entero, y que tiene que ver con un tema que me encanta: el poder de una pausa. Más adelante, si lo considero nteresante, traeré otras ideas del libro.
La idea princial es que a lo largo de tu día puedes hacer una pausa, tomar un descanso de tus pensamientos habituales, y despertar a la magia y la vastedad del mundo alrededor de ti. Pema Chödrön dice que este tipo de práctica de atención plena fácil y espaciosa es lo más importante que podemos hacer con nuestras vidas.
Pregunta Pema Chödron:
«¿Cuál es el mejor uso que podemos hacer de cada día de nuestra vida?»
Esta pregunta me la hago a menudo (y me la hice antes de mi cambio de vida profesional) y me ronda sobre todo cuando me detengo a pensar al final de la jornada. ¿A dónde se fue el tiempo? ¿Hice algo que realmente me importara, que fuera sustancial para mí o para alguien? ¿Estoy repitiendo el mismo día, una y otra vez?
Es curioso como la mente, en cuanto termina la lista de tareas, empieza a divagar. Y entonces, me doy cuenta: esa sensación de repetición, de días que se parecen demasiado, no siempre tiene que ver con lo que hago, sino con rutinas y tengo que.
Pema Chödrön lo llama el capullo de la habitualidad: ese ciclo de preocupaciones y pensamientos atrapados en una rueda sin fin. Incluso después de grandes cambios, solemos volver a la comodidad de nuestras rutinas. Y el problema no es vivir días parecidos, sino cómo nuestra mente nos mantiene en una zona de comodidad tan estrecha que cada día pierde un poco de su significado.
«Dado que la muerte es segura, pero el momento en el que vamos a morir es incierto, ¿qué es lo más importante?».
Sabes que vas a morir, pero realmente no sabes cuánto tiempo tienes para despertar del capullo de tus patrones habituales. «No sabes cuánto tiempo más tienes para completar el potencial de tu precioso nacimiento como humano» (cita textual). Si esto es así, ¿qué es lo más importante?¿Y si pudiera romper con esta rutina de pensamiento? ¿Y si, con una pausa consciente, pudiera empezar a notar esos matices que vuelven único a cada día, incluso en el desastre?
La mente en piloto automático y la vida en pausa
Cada día, la vida nos regala una colección de momentos y, en cada uno de ellos, tenemos la oportunidad de conectar con lo que realmente importa. Pero a veces olvidamos que esta conexión está a nuestro alcance. Nos dejamos arrastrar por la rutina y los pensamientos automáticos, repitiendo patrones sin detenernos a pensar si realmente estamos aprovechando el tiempo que se nos ha dado. En un instante, al abrir los ojos por la mañana, podemos hacernos la gran pregunta: «¿Qué es lo más importante hoy?» y sentir esa urgencia silenciosa de vivir con propósito, de romper el capullo que tantas veces nos encierra.
Piensa en esos momentos en los que, al final del día, te preguntas a dónde se fue el tiempo. Sientes que las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y aunque estuviste ocupada todo el día, una pequeña voz interna te dice que quizá algo se escapó, algo más importante que esa lista de tareas. Quizá no dedicaste ni un instante a detenerte y respirar, a permitir que el mundo a tu alrededor te tocara, a mirar el cielo o a saborear el silencio.
La práctica de la pausa consciente es esa invitación a volver al presente, a permitirnos un respiro, un momento en el que rompemos con la velocidad del día y nos damos cuenta de dónde estamos, de cómo estamos. Con tres simples respiraciones, creamos una especie de paréntesis, una burbuja en la que suspendemos nuestras preocupaciones y miramos al mundo con una nueva frescura, como si fuera la primera vez. Este pequeño ejercicio puede parecer insignificante, pero su poder radica en la simplicidad: es un momento de presencia que se convierte en una puerta abierta a la conexión y al significado.
Pema Chödrön habla del capullo de la habitualidad, como te decía, para referirse a esa cárcel de pensamientos y hábitos en la que a menudo vivimos. Incluso cuando estamos haciendo algo, nuestra mente sigue atrapada en la próxima tarea, en la siguiente meta, en un sinfín de preocupaciones. Nos alejamos de la verdadera esencia de nuestra experiencia y quedamos atrapadas en un ciclo que se repite, día tras día. Y al no salir de ese capullo, nos perdemos de las maravillas y la belleza que nos rodean, que siempre han estado ahí esperando a ser vistas.
¿Qué pasaría si, en vez de dejarnos absorber por nuestra mente ocupada, tomáramos un momento para hacer una pausa, para escuchar el sonido de los pájaros, el viento o los murmullos del mundo a nuestro alrededor? Es como mirar por un pequeño agujero en nuestro capullo, dándonos cuenta de lo que nos hemos estado perdiendo. Esa pausa consciente puede ser nuestra forma de liberarnos, de conectar con algo más grande y más amplio que nuestras propias historias y preocupaciones.
Al crear estas pausas en nuestra vida cotidiana, podemos tocar el silencio y sentir la calma que nos rodea, aun en medio de la actividad más frenética. Si dedicamos unos minutos por la mañana para sentarnos en silencio, para simplemente estar, notaremos que, en ese espacio, en esa quietud, surge algo sagrado y reconfortante. En esos momentos, el mundo deja de ser una lista interminable de cosas por hacer y se convierte en un lugar lleno de posibilidades y belleza.
Lo más mágico de esta práctica es que no necesitamos circunstancias especiales para hacerla. No necesitamos un retiro en la montaña ni una hora de meditación. Podemos crear esas brechas en cualquier lugar, en cualquier momento: al esperar el autobús, al caminar por la calle, al tomar una pausa en el trabajo. Cada respiración consciente, cada segundo de pausa, nos da la oportunidad de abrir los ojos y ver la vida con una nueva claridad, de conectar con el presente y descubrir el sentido que hay en él.
Estas pausas también nos ayudan a enfrentar los momentos difíciles, como los que vivimos en la actualidad, cuando sentimos que estamos atrapadas en nuestros propios pensamientos o emociones, a veces desbordantes. Al detenernos y respirar, nos damos cuenta de que no tenemos que reaccionar de inmediato, que podemos elegir cómo responder. Esta es una forma de romper con la repetición, de liberarnos de patrones que nos limitan. Cada pausa consciente es una oportunidad para empezar de nuevo, para alejarnos del piloto automático y decidir conscientemente qué queremos hacer y cómo queremos vivir.
La pausa consciente es una práctica simple, pero requiere disciplina. Nuestros hábitos son fuertes, y es fácil dejarse llevar por el frenesí del día, por el bombardeo de información y el agobio a lo que va a ocurrir a partir de ahora, al no saber por dónde tirar. Pero cada vez que recordamos pausar, aunque sea por unos segundos, estamos entrenando nuestra mente para abrirse, para salir del capullo y experimentar la vida en toda su plenitud. Es un recordatorio de que, aunque tengamos mil cosas por hacer, siempre podemos permitirnos ese instante de conexión y significado.
Entonces, ¿qué es lo más importante?
Quizá sea recordar que cada momento es una oportunidad para hacer una pausa, para respirar, para abrirnos a lo que nos rodea y vivir con plena conciencia. Es elegir conscientemente cómo queremos experimentar cada día, cómo queremos acercarnos a nuestra vida y a las personas que amamos. La pausa consciente nos da el poder de transformar incluso los momentos más ordinarios en algo extraordinario, de volver a nosotras mismas y encontrar en el presente la paz y la claridad que tanto necesitamos.
Tres formas de integrar una pausa consciente
Chödrön compara esta práctica con añadir puntuación a nuestra jornada. Así como una coma ofrece una pausa en una oración, estas respiraciones conscientes introducen momentos de amplitud en nuestras vidas, incluso cuando sentimos la presión de estar constantemente ocupadas. Cuanto más nos detenemos y observamos, menos propensas somos a caer en pensamientos repetitivos o a sentir que vivimos el mismo día una y otra vez. Ella propone estas tres comas:
Tres respiraciones profundas
En cualquier momento en que te sientas atrapada en pensamientos recurrentes o cuando no sepas qué hacer a continuación, prueba este sencillo ejercicio: respira profundamente tres veces. Hazlo al cambiar de tarea, al sentirte abrumada o simplemente cuando desees reconectar contigo misma. Estas tres respiraciones son como una puerta que te lleva de vuelta al aquí y ahora.Crea un ritual de cierre para el día
Cuando los días se mezclan y parecen iguales, a menudo es porque hacemos las cosas sin intención, sin marcar límites entre el trabajo y el descanso. Busca un ritual de cierre, una actividad que te permita desconectar y decirle a tu mente que el día ha terminado. Quizá escuchar una canción mientras preparas la cena, dar un paseo, o leer unas páginas de un libro. Un pequeño ritual puede cambiar tu energía y ayudarte a soltar las preocupaciones acumuladas.Planifica cosas que te ilusionen
Dar color a lo cotidiano puede ser tan sencillo como pensar en tres cosas que te alegrará hacer mañana. Cada noche, antes de dormir, haz una lista breve de detalles que te entusiasmen para el día siguiente, como escribir a una amiga, pasear por un rincón especial o darte el gusto de probar algo nuevo y sabroso. No necesitas grandes planes; la ilusión de esas pequeñas cosas puede sacarte del capullo de la rutina.
El poder de una pausa
En resumen, salir de nuestro capullo mental no es algo complicado; solo requiere una pausa consciente. Chödrön sugiere un descanso, un momento para respirar, aunque sean solo tres respiraciones profundas. Esta pequeña pausa desconecta el piloto automático y nos ayuda a regresar al presente. Parece sencillo, ¿verdad? Pero la clave está en recordar hacerlo.
Nuestros hábitos son fuertes, pero, con disciplina, podemos abrir esos espacios en blanco que dan aire a nuestro día. Una pausa consciente es como poner una coma o un punto final en la jornada, dándonos un respiro para reordenar y cerrar el día como una frase completa.
Cuanto más hacemos pausas y observamos, menos caemos en pensamientos repetitivos, y más sentido recobramos en el día a día. De esta forma, no solo cambiamos nuestra forma de pensar, sino también la manera en que vivimos.
¿Cómo llevar a cabo otro tipo de pausas? Aquí tienes muchas ideas:
Libros de Pema Chödron que han inspirado esta Carta:
Sé que es dificil, pero piensa en tu salud mental y trata de hacer pausas buscando la belleza de la vida incluso en catástrofes como la que estamos viviendo. Pausa el carrusel de pensamientos negativos para poder construir incluso donde solo hay barro.
Si, pero pausas de verdad, no para hacer otra cosa como repasar notificaciones, verdad?