El arte de la estagilidad
Ancla y vela: una práctica de estabilidad creativa en tiempos inciertos
Hace unos meses leí sobre este concepto nuevo en el mundo corporativo y empresarial, stagility, y me lo guardé para traerlo aquí adaptándolo a la vida personal. Mantenerse estable en un mundo lleno de turbulencias y cambios constantes es todo un arte. Ocurren cosas que no son nuevas, pero ahora parece que todo pasa más rápido, los cambios llegan antes y, los que se consolidan, lo hacen también en menos tiempo. Si hace ya años John Kabat-Zinn (uno de los que popularizaron el mindfulness en el mundo occidental) ya hablaba de aprender a surfear las olas, mantener una mente estable en el oleaje, a veces depende de saber anclar y navegar a la vez. ¿Imposible? Físicamente puede que sí, pero mentalmente podemos hacerlo. Te lo explico mejor:
Ancla y vela: una práctica de estabilidad creativa en tiempos inciertos
Vivimos en un momento que nos desafía sin descanso. La inteligencia artificial avanza a velocidad de vértigo, y muchas sentimos que debemos decidir entre mantenernos firmes en lo que somos o adaptarnos a todo lo nuevo, entre cuidar lo esencial o seguir el ritmo del mundo que a veces sentimos como ir cuesta abajo y sin frenos.
Pero, ¿y si no tuvieras que elegir?
La clave está en una mentalidad llamada estagilidad. Sí, es un nuevo término empresarial, que suena a otra moda o la manía de nombrar lo que ya existe de forma diferente. Sin embargo, tras analizarlo, me parece que es mucho más que eso y nos puede ser útil para dejar de torturarnos con los pensamientos contradictorios y, algunas veces, apocalípticos, que escucho a mi alrededor. Lo he sentido como una manera de vivir con templanza.
Es una forma de estar en el mundo. Un recordatorio de que no se trata de convertirte en una roca inmóvil ni en una hoja arrastrada por el viento. Se trata de ser como un barco que avanza porque sabe echar el ancla… y también desplegar las velas.
Esta idea, que ha revolucionado el liderazgo consciente en las organizaciones (según la revista MindfulLeader), también puede cambiar tu forma de estar en la vida. Porque tú también lideras: tu proyecto, tu historia, tu forma de acompañar a otros. Y este enfoque no va solo de estrategia. Es, en el fondo, una práctica profunda de atención:
permanecer en lo que importa mientras abrazas lo que cambia.
La paradoja del ancla y la vela
Cualquiera que haya navegado lo sabe: un barco fondeado no se mueve, y uno con la vela desplegada no se queda quieto. En el mundo físico, no pueden coexistir. Pero en nuestra vida interna, sí.
Porque nos enfrentamos cada día a desafíos que nos piden mantenernos firmes en nuestras convicciones y, al mismo tiempo, ser flexibles para responder a lo inesperado:
Necesitamos sostener relaciones profundas sin dejar de crecer.
Encontrar paz en medio del ruido.
Crear, aunque haya incertidumbre.
Estar presentes y movernos.
Protegernos ante la incertidumbre y seguir avanzando con nuestra vida.
Esta tensión no es un problema que resolver con una solución única. Yo lo veo como un espacio fértil. Es en ese punto, entre el ancla y la vela, donde nace tu mejor versión creativa, la más consciente y la más auténtica.
Una práctica personal de estagilidad
Este ejercicio en cinco pasos puede ayudarte a cultivar esa doble capacidad de permanecer y avanzar.
Puedes hacerlo en tu día a día, antes de una conversación difícil, en una jornada llena de decisiones o simplemente cuando necesites volver a ti.
Paso 1: Echa el ancla (2 minutos)
Cierra los ojos (si te apetece). Nota el peso de tu cuerpo sobre la silla, respira y siente los pies firmes en el suelo. No cambies nada. Solo respira.
Esta sensación de estar aquí y ahora, es tu primer ancla. Puedes volver a ella en cualquier momento, cuando todo parezca se mueve demasiado rápido.
Dite en silencio: «En este momento, estoy aquí. Me sostengo».
Paso 2: Encuentra tus aguas estables (2 minutos)
Piensa: ¿Qué te sostiene de verdad? ¿Un valor que te guía? ¿Una persona clave en tu vida? ¿Una práctica diaria que te centra? ¿Qué es lo mejor para ti en este momento?
Deja que surjan sin forzar, reconócelas como tu base, como tu hogar interior.
Dite en silencio: «Esto permanece firme, incluso cuando todo lo demás cambia. Aquí puedo apoyarme».
Paso 3: Despliega la vela (2 minutos)
Ahora lleva tu atención a lo que está en transformación: ¿Una relación que evoluciona? ¿Un proyecto nuevo? ¿Una emoción emergente? ¿Una nueva noticia sobre los acontecimientos del mundo? ¿Un proyecto que te bloquea? ¿Un método/herramienta que no funciona o uno nuevo que surge y te desmonta lo que pensabas?
No trates de controlarlo. Solo nómbralo y respira con ello.
Dite en silencio: «Este cambio también forma parte de mi camino. Puedo acogerlo sin miedo».
Paso 4: Ancla y navega (4–5 minutos)
Inhala: conéctate con tu ancla, con lo que te sostiene ahora.
Exhala: suelta hacia tu vela, hacia lo que te impulsa.
Deja que este ritmo se convierta en una brújula:
Con raíces firmes, abierta a lo que llega.
Con valores profundos, disponible para crear algo nuevo.
Presente en lo que es, preparada para lo que emerge.
La paradoja no es un obstáculo, es tu fuerza.
Paso 5: Traza tu rumbo (1–2 minutos)
Al terminar, pregúntate:
¿Cuál es mi ancla hoy cuando me sienta en duda o desbordada?
¿Qué vela quiero desplegar en respuesta a las oportunidades que tengo delante?
No respondas con lo que deberías. Solo escucha lo que ya está en ti. Lleva esas respuestas como compañeras de viaje durante el día.
Una te da estabilidad y la otra te ofrece dirección.
Más allá de la metáfora: el hidroplano
Quizá esta idea de sostener lo fijo y lo flexible aún te suene abstracta. Puedes imaginarlo como un hidroplano.
Según la RAE:
«Embarcación provista de aletas inclinadas que, al avanzar, por efecto de la reacción que el agua ejerce contra ellas, sostienen gran parte del peso del aparato, el cual alcanza de ordinario una velocidad muy superior a la de los otros buques».
Es decir, que es una embarcación capaz de mantenerse estable y avanzar a gran velocidad al mismo tiempo. No porque elija entre estabilidad o agilidad, sino porque rediseña su estructura para que ambas convivan. Sus alas bajo el agua lo elevan y sostienen al mismo tiempo. Gracias a ese diseño, vuela sobre la superficie sin ser arrastrado por el oleaje.
¿No es eso lo que deseamos en nuestras vidas? Crear sistemas que no nos dividan, sino que nos integren. Encontrar formas de vivir donde lo humano y lo cambiante se fortalezcan mutuamente.
Si todo esto te resuena, puedes escribir los pasos para tenerlos a mano, y quédate con este disparador para cuando te sientas en tensión o que pierdes tu estabilidad:
¿Cómo puedo hacer que mi estabilidad mejore mi agilidad? ¿Y que mi capacidad de adaptarme refuerce lo que de verdad importa en mí?
No tienes que elegir. Puedes ser ancla y vela a la vez y así avanzar, firme y libre, con templanza y equilibrio. No basta con surfear las olas de la incertidumbre si te alejas de tu centro.
Agenda momentos en los que parar, recuperar el ancla y ajustar las velas, con las pausas conscientes como las que te sugiero en el libro Cinco minutos para respirar a o cómo hacer pausas para tener claridad mental y calma interior en un mundo acelerado.
A partir de julio ejercicios como este y otros de escritura personal y creativa, además de pertenecer a una comunidad privada, lo tendrás solo si estás en la suscripción Premium.
Recuerda: el bienestar no es un premio, es el punto de partida.
Nos leemos,
¡Bellísimo, Pilar! Lo que cuentas y la forma en que lo escribes 🍃
Gracias por tu maravillosa labor y generosidad, aprender a mantener la estabilidad y a la vez fluir con discernimiento y flexibilidad,sin perder estabilidad es algo muy difícil...
Y si no pregunta a un surfero....
La calma y la respiración te anclan en tu firme intención de fluir...
Maravilloso y contradictorio...
Yo lo hago siempre, amo el surf...