El arte perdido de trabajar desde la calma
para ser más productiva sin perder la salud.
Cómo el trabajo consciente puede ayudar a impulsar tu productividad
Cuando abordamos nuestro trabajo con intención, podemos pensar con más claridad, tomar decisiones más inteligentes y manejar mejor el estrés.
«La concentración sin esfuerzo –es decir, ese lugar en el que no hay nada que suprimir y en donde la contemplación se vuelve tan natural como la respiración y el latido del corazón– es el estado de conciencia (i. e., pensamiento, imaginación, sensación y voluntad) de calma perfecta, acompañada de la completa relajación de los nervios y los músculos del cuerpo. Es el profundo silencio de los deseos, las preocupaciones, de la imaginación, de la memoria y el pensamiento discursivo. Uno podría decir que todo el ser se vuelve como la superficie quieta del agua, reflejando la inmensa presencia del cielo estrellado y su armonía inefable».
—Valentin Tomberg
Ese estado que dice Tomberg parece un sueño inalcanzable o solo posible para los monjes budistas. Sopiler: no es así. Tú también lo puedes alacanzar… practicando.
Escribir, crear, trabajar... Son actos que, en el fondo, buscan esa presencia silenciosa de la que habla Tomberg.
Sin embargo, en el ritmo frenético que tantas veces nos arrastra, acabamos viviendo la productividad como una carrera contra el reloj. Como si hacer más fuera siempre el único camino para sentirnos válidas.
Cuesta detenerse. Asusta no llenar cada espacio de la agenda, no apurar cada minuto del día porque, lo contrario, suena a «perder el tiempo».
Olvidamos que la productividad real no nace del cansancio ni de la autoexigencia, sino de un estado de presencia y calma donde de verdad podemos pensar, crear y actuar con sentido.
Trabajar conscientemente no es una utopía reservada a momentos ideales, en la que todas las circunstancias son perfectas, porque eso no va a ocurrir nunca. Es una práctica diaria, hecha de decisiones, a veces mínimas, pero constantes.
No se trata de trabajar menos ni de aspirar a una perfección inalcanzable.
Se trata de no perderte en la prisa y no convertir el trabajo en otra forma de huida.
Una productividad obsesiva, basada en hacer por hacer, solo añade más ruido, alimenta la sensación de no ser suficiente y nos arrastra lejos de nosotras mismas, de nuestra esencia e intención.
Te estremeces ante la idea de desconectarte, tal vez incluso te asustes cuando no hay nada que hacer. Estás acostumbrada a que tu cerebro trabaje rápido e, incluso, frenético. Vivir en una rutina diaria de trabajo y presiones de la vida tampoco ayuda a que disminuyas la velocidad.
Pero si quieres vivir en un equilibrio óptimo, debes estar a cargo de tu mente y tu trabajo, no al revés. Esto es lo que denomino trabajo consciente: un estado de calma que te ayuda a cultivar un centro pacífico desde el cual vivir tu vida.
Trabajar desde la calma, por tanto, nos ayuda a ver con más claridad qué importa de verdad. Nos enseña a tomar mejores decisiones, a actuar desde la serenidad y no desde el miedo al vacío o la urgencia.
Es en esos momentos —cuando el corazón late tranquilo y la mente no corre— en los que nace la concentración profunda.
Es una concentración que sucede, como dice Tomberg, de manera natural, sin forzarla ni exigirla.
Cada pequeño gesto cuenta:
Es elegir, por ejemplo, empezar el día sin lanzarte directamente al móvil, darte permiso para respirar antes de abrir un nuevo documento de trabajo, recordarte que no estás aquí solo para producir resultados, sino para vivir cada proceso desde un lugar más consciente y sincero, alineado con nuestros valores, cerrar los ojos unos instantes antes de responder un correo, escribir unas líneas a mano para ordenar las ideas antes de sentarte frente al ordenador.
Sobre todo, conectar con tu respiración antes de empezar una tarea importante.
Trabajar así no significa vivir siempre en equilibrio perfecto y monótono. No es real decir que es algo constante. Se trata más bien de momentos, de sensaciones que puedes traer cuando las necesitas. Tendrás días agitados, de cansancio, de ruido y urgencias. Lo importante es saber volver a la calma y minimizar el proceso.
Por eso, cuanto más cultivas ese centro silencioso dentro de ti, más fácil es volver a él y recordar que tu valor no depende de cuánto hagas, sino de cómo eliges estar en lo que haces.
Este es el arte perdido de trabajar desde la calma.
Una práctica íntima y poderosa que puede cambiar no solo tu forma de trabajar (y ser más productiva), sino también tu forma de vivir.
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IMPORTANTE
Sé que algunas me diréis que sois más eficientes cuando vais estresadas, cuando se acerca el plazo de entrega, por ejemplo.
Trabajar desde la calma no significa hacerlo a cámara lenta ni dejar de lado la eficiencia. No se trata de relajarse tanto que nada importe, ni de necesitar un nivel extremo de estrés para rendir mejor. Es cierto que, cuando se acerca un plazo, sentimos un impulso de energía que nos ayuda a enfocarnos. Lo explica la famosa Ley de Parkinson: el trabajo tiende a expandirse o comprimirse según el tiempo que tengamos disponible. Pero eso no tiene nada que ver con vivir atrapadas en el agobio constante.
➡️ Esa tensión puede servir de vez en cuando, pero vivir instaladas ahí desgasta.
➡️ La verdadera productividad nace cuando encontramos ese punto en el que el cuerpo está tranquilo, la mente despejada y podemos actuar con una concentración natural, sin forzar. Desde ahí, lo que hacemos no solo sale mejor, sino que también nos deja más satisfechas al final del día.
➡️ El equilibrio nace de saber reconocer esos momentos de máximos, en los que la cercanía del plazo hace que el tiempo cunda más (porque no te distraes, se produce una verdadera priorización) y, sobre todo, en saber volver a la calma sin quedarnos atrapadas en el estrés.
⛵ Todas estas prácticas no tiene el objetivo de mantener un estado de calma chicha perenne, en el que puedes perder el norte, sino en aprender a navegar en equilibrio con la brújula en la mano y la vista en el horizonte, ajustando las velas. Por muy frenético que sea el momento de atravesar una tormenta, y por más agitada que estés, si has cultivado la serenidad interior, lo sabrás gestionar mejor sin perderte en el estrés y sin seguir con esa agitación cuando vuelve la calma.⛵
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¿Te gustaría profundizar en este camino?
En Entrena la atención para lograr tus metas encontrarás herramientas prácticas y reflexiones para escribir, crear y vivir desde un lugar de calma, conexión y verdad. Aunque está estructurado como un programa de seis semanas, puedes practicar a tu ritmo. Pero si prefieres ideas y sugerencias para aplicar cada día, en la Pequeña GRAN guía de la atención encontrarás muchas de las que he ido recogiendo a o largo de mi trayectoria profesional.
Volver a ti misma es, quizás, tu mayor acto de creación y el mejor regalo que te puedes hacer.
Recuerda que solo lograrás ese estado si practicas.
¿Qué haces para volver a la calma? ¿Eres más productiva en el estrés o en la serenidad? Y no me refiero a la paradoja de ser más eficientes cuando se acerca un plazo
P.D. Pronto te hablaré de la nueva temporada y la suscripción Premium.
Lo incluyo en el diario de Substack en español?
Calma en buscar la calma