Lidiar con el desánimo en tres minutos
o lo que tardes en leer este post y reflexionarlo
El día en el que te vas a desanimar…, porque toca
Como escribo en domingo, aunque me leas otro día, puedo decir que mañana te vas a hartar de leer sobre el Blue Monday, porque así han bautizado al tercer lunes de enero: el día más triste del año.
No creo en este tipo de reducciones, de meternos a todos en el mismo saco, ni en fórmulas mágicas que puedan medir nuestra felicidad o tristeza según el calendario. Seguro que hace años, si tienes los suficientes para haber vivido la fecha sin que tuviera nombre, ni pensaste en cómo te encontrabas anímicamente, más allá de ser un lunes de madrugar e ir a cumplir con tus obligaciones, como cualquier otro.
Pero la fecha me sirve para escribir sobre algo a lo que nadie es inmune: el desánimo y la desmotivación.
Yo lo veo como un obstáculo silencioso que aparece cuando intentamos algo nuevo (sobre todo si sentimos inseguridad) o nos enfrentamos a un desafío externo o autoimpuesto (¿unos propósitos de año nuevo muy exigentes?).
Ya sea introducir un hábito, avanzar en un proyecto importante o simplemente intentar poner un poco de orden en nuestras vidas, el desánimo llega para poner a prueba nuestra determinación.
A mí me ocurre cuando escribo. Cuando voy más o menos por la mitad del libro, lo que queda se me hace cuesta arriba, lo ya hecho me parece peor que malo y poco interesante, y lo que tengo delante parece una puerta cerrada y en mi mano hay demasiadas llaves inútiles. También me viene a la cabeza un cruce de caminos con el que no contaba y mi brújula no funciona. ¿Hacia dónde voy? El cansancio, el no ver resultados o un sinfín de motivos más, pueden llevarnos al desánimo, a creer que no merece la pena y querer dejarlo todo.
Dicen que esto es propio del tercer lunes de enero porque vemos todo el año por delante sin la ilusión y energía del comienzo de año. Nos abruman los «tengo que» y las preciosas intenciones que se suman a las obligaciones y a la rutina.
Mini consejo 1: trocea lo que te hayas propuesto en pequeñas metas temporales
El desánimo es inevitable
Y aquí está la primera verdad incómoda: el desánimo es parte del camino. Es inevitable. Si estás intentando algo que realmente te importa, tarde o temprano lo sentirás. Pero esto no es una mala noticia, aunque no te guste leerla, al contrario. El desánimo es una señal de que estás intentándolo, de que te importa.
Es como el dolor en los músculos después del ejercicio: te recuerdan que has trabajado, que ya hay una primera reacción y que lo estás consiguiendo.
Cómo enfrentarlo
El problema no es el desánimo en sí, sino cómo lo abordamos. Muchas veces, ante la frustración, cerramos nuestro corazón. Nos convencemos de que no vale la pena seguir intentándolo para no enfrentarnos a más decepciones. Pero hacerlo significa renunciar a la posibilidad de algo nuevo, a la oportunidad de crear lo que queremos.
La clave para enfrentar el desánimo no está en negarlo, ni en ignorarlo, ni en huir de él. La clave está en aceptarlo como parte del proceso y permitirte sentirlo.
Mini consejo 2: Cuando el desánimo llegue, date permiso para parar y escucharte. Pregúntate: ¿Qué necesito ahora mismo?
Tal vez sea un respiro, tomarte un café, una conversación con una amiga o un paseo al aire libre. Dale a tu corazón lo que necesita para sanar, para reconectar contigo misma.
Un paso más
El desánimo no es el final. Es una pausa para cuidar de ti, para recuperar el aliento y luego dar un paso más. Uno pequeño, no necesitas más. Porque cada pequeño paso crea algo nuevo: una idea, un hábito, una posibilidad.
Mini consejo 3: en esa pausa, escribe/recuerda todo lo que has conseguido y date esa palmadita en la espalda por haberlo hecho. Estás en el camino.
Así que si sientes el peso del lunes, o de cualquier día en el que aparezca el desánimo, recuerda esto: no es un enemigo, es un compañero en el viaje. Cuida de ti, siente lo que necesitas sentir, y cuando estés lista, vuelve a intentarlo.
Estás creando algo importante, y eso siempre merece la pena.
Mini consejo 4: en general, visualizar el camino y la meta ayudan a lograr alcanzarla. A mí me gusta visualizar cómo me sentiría en ese estado, en ese momento.
La sensación de orgullo, de bienestar, de satisfacción conmigo misma por haber llegado hasta ahí, se instala dentro como las vitaminas: no sientes nada inmediato, pero van cargándote de lo que necesitas para seguir adelante con salud y bienestar. Guarda una imagen que puedas evocar en momentos de bajón y que te anime.
P.
Si quieres hacer pausas diferentes, aprovechar los flecos de tiempo que hay cada día para recargarte y sacudir el desánimo, recuerda esto:
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