No tengo ni la menor idea de lo que crees que es mindfulness. Si me lees desde hace años, o te has informado con las personas adecuadas, tendrás una idea mucho más acertada que los que solo beben de titulares y frases de taza de café.
Como he escrito tanto sobre esto, solo te diré que es una forma de estar en el mundo, un estado de la mente que se basa en la experiencia plena del momento, presencia y consciencia. Algo que no se puede mantener 24/7, pero que saber accionarlo te va a venir de lujo en tu vida diaria.
A ese estado se llega con la meditación formal y su aplicación en prácticas no formales (es decir, no sentarte a meditar y ya, sino llevarlo a tus tareas cotidianas, la escritura, el ejercicio…). Confieso que hace ya mucho tiempo que dejé la meditación diaria; es algo que no nos va a todas y conozco gente, de los cursos que he hecho, que se siente demasiado abrumada por esta «obligación». Yo misma pasé un momento de crisis, en la que sentía que era demasiado, y el profeso me dijo que dejara de meditar unos días. Me liberé, me alivió y pude seguir después sin ese peso. Ahora sí que dedico tiempo a la introspección, pero a mi manera, a la que me funciona, tras haber probado y aprendido muchas otras.
Ese es uno de mis mensajes: experimenta y quédate con lo que te sirve, no con lo que te asegura un gurú que es la panacea y lo único que te «sana», como si estuviéramos todas defectuosas o enfermas (nuestra imperfección es nuestra perfección). Pero, ¿a quién se le ocurrió eso? Vale, la cuestión importante no es esa, sino: ¿por qué hacemos caso de eso? No te creas todo lo que escuches/leas, ni siquiera lo que yo digo. Porque te cuento lo que a mí me sirve, no lo que es «bueno» para todo el mundo porque te estaría mintiendo. No puedo con la mentira.
Habrás leído o escuchado que el mindfulness te da calma, relaja, y beneficios de ese estilo. Quién dice eso se refiere más a la meditación, al hecho de pararte un rato sola, con tu mente y tu cuerpo dispuesto a vivir la experiencia de la pausa, sin nada más que hacer. ¿Es así? Si crees que aquí está la respuesta a lo que yo encontré, la verdad es que no.
Recuerdo una compañera de curso que se quejó, y abandonó, porque no se relajaba con la meditación formal. Por lo visto confundió un curso de mindfulness con una hora de spa. Porque lo que hace la meditación es justo lo contrario: te pone frente a ti y…, no siempre vemos campos de flores sin avispas en nuestro interior. Tal vez lo que ves, no te gusta.
No te apuntes a un curso de estos si quieres relajarte. Puedes conseguirlo, como decía uno de mis maestros, ese es el regalo, pero no el objetivo, simplemente porque al centrarnos en la respiración, el cuerpo se relaja. La incomodidad viene después, cuando ves más allá, cuando dejas de mover las aguas y salen a flote, solitas, cosillas que creías enterradas en el barro. Ay, amiga, que la verdad aguarda el momento y quizá no es cuando tú quieres.
Vale, ¿y esto qué tiene que ver conmigo y lo que significó para mí?
La frase que más digo cuando he dado talleres o escrito sobre esto, es que una de las cosas más importantes es darte cuenta: de lo que vives, de lo que sientes, de que no es cierto lo que te han contado, de… Porque si te das cuenta, podrás hacer algo con ello.
Si no sabes lo que existe en ti, no tienes margen de acción. Y se trata de actuar sobre lo que está a tu alcance, para mejora tu vida en lo posible.
Yo vivía muy agitada, entre el trabajo, familia demandante, llevar una casa y otros asuntos. Y ya se sabe que cuando la mente está agitada, no ves nada claro y vives a ciegas, entre la bruma (lo que otros llaman piloto automático). Trataba de hacer lo mejor en el curro porque me habían prometido lo que nunca llegó, más bien pasó algo no deseado que me tocó, y mucho. ¿Y yo? Seguía tan en último lugar que no tenía más tiempo para mí que el que dura una ducha. Todo para los demás, empezando por la familia y acabando por el trabajo, pasando por esa manía de estar siempre dispuesta para cualquiera (que me proponían para delegada de la clase de mi hijo, venga, que había que hacer X para Y y nadie podía, venga…), días enteros en los que ni me miraba. Ni por fuera ni por dentro.
En mi trabajo las cosas no iban bien y propusieron hacer un ERTE (ERE temporal) para algunos con la promesa de volver en un año. Y ahí que me presenté voluntaria porque no podía más. Justo cuando mi hijo necesitaba un extra de presencia por otro asunto. Spoiler: no solo no volví al año, sino que cerraron, con estocada final para mí porque a todos los que estaban les reasignaron en otros sitios, pero no a las que ya estábamos casi fuera.
La psicóloga de mi hijo empezó a hacer mindfulness con él y le pregunté si sería bueno que yo practicara también para crear ese ambiente de calma y reforzar la presencia en casa. Y me dijo que eso sería maravilloso. ¿Te das cuenta? Otra vez pensando en la familia antes que en mí. Ni me planteé lo que me podría aportar en lo personal.
Y aquí viene, por fin, el giro:
el mindfulness me ayudó a verme.
¿Decepcionada? Bueno, me dio mucho más. Pero todo lo que siguió fue gracias a que empecé a verme a mí, al pilar que me sostiene. Muchas veces me han dicho lo adecuado de mi nombre porque soy pilar (aunque yo no lo viera) en casa, en mi extrabajo (no supe todo lo que había conseguido para el grupo de trabajo hasta que salí de allí). Pero si el pilar se resquebraja, lo demás cae. Hasta una misma.
Verme lo cambió todo. Si te ves, haces cosas para ti, para sostenerte. Y eso llega a los demás, quieras o no. Si te ves, te sonríes y eso te da fuerza. Si te ves, si te miras, si te das cuenta, puedes sacar el plumero y quitar la roña que sobra y las creencias que no son ciertas, puedes iluminar las partes oscuras, cuidar la tristeza y decorar rincones de alegría, puedes sostenerte y cuidarte, puedes alimentar lo que quieres reforzar y mantener una mente clara para ver mejor, dentro y fuera de ti. Cuando te ves, te das cuenta de que priorizarte no es ser egoísta, sino que te das desde un tú nutrido y no seco y vacío.
También, esa calma que (me decís) que transmito y la paciencia que (dicen) que tengo, no es innata. Viene de haber aprendido a darme unos microsegundos antes de actuar sin ser reactiva. Dicen que eso pasa cuando estás en el modo ser. Si estás en el modo hacer, eres más reactiva y actúas sin pensar. Eso no significa que no me enfade cuando toca e incluso grite si me tocan la tecla adecuada. Porque el mindfulness y la meditación no te convierten en un monje zen inalterable. Las circunstancias de cada una marcan la forma de vivir más de lo que podemos creer. Nuestro trabajo para que esas circunstancias no nos engullan y dirijan la vida es aprender a guiar la mente desde nuestros valores y deseos.
Cuando escucho historias de superación, la mayoría coincide en un punto de inflexión en su vida gracias a un maestro/mentor que aparece de pronto (cuantas películas sobre esto, ¿verdad?), o un acontecimiento, o un libro que les toca y se cuela por una pequeña grieta que desconocían… A mí fue la situación que me hizo tocar fondo y el espejo que me puso empezar mindfulness. Darme cuenta de que es un estado mental en el que vivo en plenitud, que me ancla en la realidad y me ayuda a tomar perspectiva. Como ese árbol frondoso que da sombra y frutos a quien la necesita, que tiene unas raíces fuertes, un tronco estable, ramas que bailan con el viento y vistas privilegiadas desde su copa para tomar perspectiva del mundo, de la vida. Y que renace cada primavera.
Aunque escribo desde niña, lo dejé mucho tiempo, y lo recuperé gracias a la propuesta de tomar notas después de las meditaciones. Llevaba mi cuaderno para reflexionar por escrito y empecé a formarme e indagar sobre escritura terapéutica, porque vi que me hacía bien plasmar en papel lo que pasaba por dentro.
Un camino que me ha traído hasta aquí, a Por amor al arte, donde fusiono ambos mundos: lo que me aporta el mindfulness y las prácticas de escritura personal.
Si quieres indagar conmigo, desmontar creencias adquiridas, ponerte un espejo de palabras, darte cuenta o, simplemente, «verte» y mirarte, te invito a entrar en la comunidad. Escribiremos cada semana y nos veremos una vez al mes (de momento).
Esta propuesta es tanto para quien quiere escribir para sí misma, como para quienes publican. Si eres novelista, te puede ayudar a ti y a la creación de tus personajes. Además, para las que tengan incluida la revisión, les ayudaré con aspectos más literarios.
No te prometo que si entras serás feliz forever. Te propongo una herramienta más que a mí me va bien, para que la experimentes con la tranquilidad de que puedes irte si no te sirve. Habrá temas que te toquen más, otros menos… y saldrán cosas que necesitas cerrar o recuerdos que te alegra revivir. Lo que sí prometo, es que no te haré abrir heridas para luego darte mi pomada curalotodo. Porque si algo ya es pasado, ya cerró, ¿para qué rascar y volver a abrir? Además de que esas pomadas no existen.
¿Te ha sorprendido mi respuesta? ¿Esperabas otra cosa? Lamentablemente, la esencia del mindfulness no es lo que se cacarea en redes sociales. Los que lo viven de verdad, no suelen exponerse tanto. Lo viven, y punto. Y se nota en su actitud, en su forma de vivir lo que la vida les pone por delante.
El martes enviaré la segunda propuesta de trabajo en la zona Premium.
Feliz semana,
Me encantó el texto, y es que claro, el tocar fondo no es un retiro de fin de semana precisamente...
Qué importante eso de «verse», pero qué difícil es, sobre todo, cuando estás cambiando la bombilla para tener luz por fin y se vuelve a fundir.