No es magia. Lo juro.
Antes de contarte más, te pido disculpas por colarme un viernes cuando me esperas los domingos. Este texto iba a ser una Note, pero me quedaba largo, y he decidido cumplir una promesa por aquí: la promesa que hice hace unos días cuando pregunté si queríais que os contara esto y todavía no os he contestado a quienes dijisteis que sí.
Un poco de historia personal: sí, voy casi a diario al gimnasio y no, no me gusta nada. Lo hago porque cargo conmigo, en la espalda para ser exacta, unos ganchos de titanio que corrigen un problema de la infancia. Llevan más años conmigo que mi marido, mucho más de media vida. Vamos, que no los siento ni me acuerdo de ellos jamás, pero me obligan a tener que hacer ejercicio.
Antes de conocer el mindfulness y antes de operarme, cuando me dolía la espalda, cerraba los ojos en la cama y me imaginaba nadando. La natación era, en aquel entonces, lo único que me aliviaba. Flipé al darme cuenta de que visualizarme nadando me calmaba el dolor. No era lo mismo, pero me ayudaba. Creo, por lo que me contaron después, que mi mente le hacía creer a mi cuerpo que estaba estirando y trabajando la zona de dolor.
Quero decir, que yo no lo buscaba porque me hubieran contado que visualizar funciona, salió de forma natural.
Por eso cuando empecé a trabajar la atención con el mindfulness, vi que me podía ayudar en mucho más de lo que se dice y de distintas maneras a lo que se propaga. Porque te recuerdo que solo el 10 o 20% de las cosas que veo sobre mindfulness en redes es verdadera. Lo demás es marketing.
Por si no lo sabes, me fui especializando en lo que llaman mindfulness informal, que es lo que se trabaja con la mente sin meditar. Ojo, que para llevarlo a cabo de manera útil y beneficiosa para ti, debes haber entrenado con la meditación.
De hecho, es el lead magnet que regalo a quienes se suscriben a mi blog.
Aunque ya lo hacía de forma intuitiva, una profe de Pilates y uno de mindfulness me dijeron lo mismo: que aplicara la atención plena en cada ejercicio, centrándola en el músculo que trabajaba, y que así el trabajo maximizaba su beneficio. Vamos, que hace más efecto.
Funciona, de verdad que sí. Cuando voy al gimnasio, como no me gusta, trato de aprovechar el tiempo y salir cuanto antes. Para ello, visualizo y me centro en cada músculo, según el ejercicio. Levantar pesas mirando la tele o hablando con el de al lado sin prestar atención al ejercicio, sí, hará su efecto, pero menos que si centras la atención. Visualiza el movimiento, acompaña con la respiración adecuada, observa cómo trabaja y relájate con satisfacción.
Me importa poco que haya a quien le parezca una chorrada. A mí me funciona. Igual que el haber entrenado mi atención para poder trabajar en cualquier sitio sin dejar que la distracción traspase el muro transparente tras el que me refugio.
Cuando quieras vivir una experiencia completa de algo, lleva tu atención plena a ella, abstráete si es posible, hazte una con ella, y verás…
¿Que no notas nada y que estás probando pero…?
Ya.
Necesitas entrenar. Lo digo y lo repito. No es necesario que hagas una formación de mindfulness si no te va este rollo, ni que te escapes al Tibet ni nada por el estilo. Es un trabajo diario de atención y hay muchas, muchísimas, formas de conseguirlo. El ingrediente principal para ello es la perseverancia.
Nunca es tarde para empezar. Ahora tienes mis libros a mano, porque están en este enlace y en este (tengo también un audiotaller para quienes quieran completar el liro de Entrena tu atención). Si te quedas por aquí y en julio entras en Por amor al arte Premium, dejaré ideas y consejos sobre ello, aunque no es el tema principal del proyecto. Y seguro que en donde vives hay talleres que puedes seguir de forma presencial.
Es curioso cómo, en unas clases que voy en el gimnasio, sin casi moverme, hago más ejercicio que otros días con otro tipo de rutinas más vistosas.
Todo está en la mente y en la actitud. Bueno, todo todo no. Ya deberías saber que no me gustan las generalizaciones y que las circunstancias de cada una marcan la diferencia. Aquí cuento mi experiencia personal, por si te sirve como impulso. Si a mí me funciona, ¿por qué no lo va a hacer contigo? Prueba y me cuentas.